Gracias a tod@s por estos días de
celebración TAN BONITOS. Soy una diva de medio pelo, cuarto kilo de existencia perimetral y radio
centrípeto (o sea, canija) pero como las pequeñas damas no tenemos edad, me permito
la osadía de cumplir en distendido: festejo pulso a pulso. Y repito, repito, repito.
Me siento en mi alfombra sin
meridianos y estoy objetivamente rodeada de flores y de amor. Tengo un jardín
interior que huele a principio del mundo. A Aleph, a beso bajo el agua, a puñadito
de alcobas, a primer amor en el colegio. A corazón del árbol con casa de madera.
A eso y no a otra cosa en mi infancia de
indocumentados lo llamábamos patria. Allá, acá: haciendo el camino de vuelta.
Si tengo una hija le voy a
regalar un tango y un amor, como han hecho la vida y mi madre conmigo. Si tengo
un hijo, la misma ración de canción y de abrazo, como no supo hacer mi padre
consigo.
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Sueño que mi abuelo Raynié vuelve
a llevarme a comer pizza a un boliche de Buenos Aires. Y sólo puedo acabarme el
plato con los ojos porque una simple fugazzeta es más grande que mi ser en el
mundo. El próximo cumple lo celebramos
así: pizza, birra y faso. Y a eso también lo vamos a llamar patria.
En general, soy bastante amable,
pero sé que este año no siempre ha sido fácil quererme: el trabajo me absorbe y
yo lo absorbo a él y he faltado mucho en
algunos bares importantes. Así que gracias por estar, por seguir estando, por quererme,
acompañarme y llenarme de primaveras la nariz.
¡FELIZ CUMPLEAÑOS PA VOSOTROS! Os
celebro yo.