domingo, 15 de diciembre de 2013

Ya

Cuando murió el salón.

Cuando murió la cocina, el dormitorio, la ropa tendida. Tu cepillo de dientes. Cuando se fueron tus actos de mi casa, me dolió todo el espacio. La habitación me dolía el cuerpo. La cama me hizo un tajo en la espalda que yo sola no llegué a curar. Nunca. Igual que sola no llego a abrocharme los vestidos.

Cada noche, el techo me hizo reflejo como un escudo recién pulido. Y pude ver mi autopsia muchas veces.

Godot no rezó ante mi cuerpo.  

Cuando murió mi ventana, el sol cúbico en el suelo, el calor en mi taza de fé. 
Cuando murió llegar a casa y encontrarte. Cuando murió tu después y te llevaste tus cosas, caí. Mi espalda se escurrió por la pared como una idea en el cristal el día que llueve. Lenta, preparando el camino del dolor. Caí. En el corredor escuché el golpe antes de que el golpe mismo pudiera oírse a sí mismo por mi cuerpo. Y me senté en el suelo y me agarré a los muebles y al sofá y a lo que no quería que tu ausencia fuese. No supe levantarme a tiempo de ti. Y me fui a doler a las alfombras.

Y nunca volvió Godot a mi cuerpo.

Ya he hecho el duelo del sillón. Ya no lloro por espejos y mi cama cicatriza cada vez que yo no estoy. Porque ahora estoy en la cama de otro, en la herida de otro. Duermo en su cicatriz. A la espera de Dios en mi cuerpo por el cuerpo de los demás, mientras los demás esperan que yo también les lleve a Dios…

A veces duele. Tú dueles, todavía. Cuando toco la pared con una de tus huellas. Cuando recojo el agua de la ducha con la boca, que sabe lo mismo que tu beso sobre el mármol del amor. Cuando me escurro el pelo hacia un lado, frente al tocador, y me distraigo porque un pintalabios, unas horquillas, un nuevo amante buscan mi mano en un rincón impar de besos mal tirados.

(Son los primeros)

En el baño, cuando tengo la nuca a flor del frío, las vértebras del cuello como el cadáver de un gin tonic abandonado, como el atlas de un daiquiri, la cartografía de un beso on the rocks, el plano para estrellas del Antártico que ya no sé volver a replegar… Cuando estoy frente al espejo cuerpo a cuerpo,  con el pelo sobre el hombro glaciar y los ojos Cruz del Sur, ya no está tu beso que me asuste y llene ese otro cuello de mí que ahora siempre tengo frío y vacío en el costado.

Cuando seco mi nuca, el mapa helado del quizás, quizás, quizás…, el esqueleto impaciente del temblor que ya tampoco quiero volver a replegar…

Cuando busco horquillas (roces) hueso a hueso
entre la tierra del espejo y se me llenan los dedos de imágenes…

Cuando rezo (desnuda. No sea que Godot me esté esperando a mí y quiera besar en mi vacío…)

Cuando apago la luz y suenan los muebles…

Ahí. Ahí, estás tú. 

Esta noche saldré a enamorarme.

De ti pero en otro que me lleve al Cielo, me presente a los padres de Dios y dinamite el puente a nuestra espalda. 


domingo, 19 de mayo de 2013

MURIÓ VIDELA

Afiche que recorrió Facebook y que sirvió de portada del diario argentino "Página 12" para contar la muerte del dictador el viernes 17 de mayo de 2013




Videla, 

Ahí arriba te esperan los 30.000, que te seguirán preguntando dónde están. Y cuando subamos nosotros, uno a uno, y las abuelas y las madres, de dos en dos, y los hijos, de todos en todos,  y suban las plazas de mayo y los pañuelitos en la cabeza y los banquillos de los acusados… y suba la Tierra entera con su última estrella y su última flor, y su última puesta de Sol y el último beso y el último amor… y sólo quede la sombra de los huesos del Big Bang sobre la espalda del mundo… También te seguiremos preguntando dónde están. 



*Jorge Rafael Videla fue un militar y dictador argentino, presidente de la junta militar del país después de dar un golpe de Estado (1976-1983). Fue el responsable último de 30.000 desaparecidos, bebés robados, torturas y asesinatos en toda la Argentina. Murió el pasado viernes en la cárcel bonaerense de Marcos Paz cumpliendo cadena perpetua. Se llevó a la tumba mucha información que jamás quiso facilitar a las víctimas. 

domingo, 24 de marzo de 2013

24 DE MARZO

Carlos Slepoy,  abogado de la querella argentina; entrevista


Me crié con este hombre hasta los 23 años.  Fue mi segundo padre. El primero en muchas cosas. Lo adoro.

                                   


Hoy es 24 de marzo: hoy se cumplen 37 años del golpe militar argentino. De haber estado mis padres aún en Buenos Aires, mi hermana y yo hubiéramos nacido en dictadura, con lo que eso implica. 

Sé que soy solemne y pesada con esto. Me da igual.  Hoy no puedo evitar recordar quién soy y todo eso que viví en mi casa de Madrid, estado consular argentino, cuando era una niña a la que enseñaron demasiado y saltaba cuerpos indocumentados para llegar de madrugada a un cuarto de baño que ya estaba ocupado por un exilio infinito, sin nombre, sin papeles, herido, pero recién afeitado y por fin de pie frente a mi espejo.

Quiero pensar que en mi reflejo, perpendicular a Dios, esos hombres y esas mujeres volvieron a mirase sin prisa y a usar mi jabón, y a ponerse perfume y a calmarse la frente y a llorar con sonido porque yo los oí y acompañé puerta en mi espalda. Y a quitarse el seudónimo e instalarse un nombre de nuevo con un cuenco de agua del grifo en la mano. Es decir, se bautizaron de identidad y dejaron un corazón de vaho dactilar en mi tocador. 

Gracias, Carli.